viernes, 29 de junio de 2012

EL FLAUTISTA DE HAMELÍN


Existe en Alemania la ciudad de Hamelín, situada al sudoeste de Hannóver, en Prusia cerca de la confluencia de los ríos Hamel y Wéser. Según una antigua tradición, en el año de 1284, en el rigor del verano, sufría la ciudad una horrible plaga de roedores, que todo lo invadían y destrozaban. Inútil había resultado cuanto se intentó para exterminara ratas y ratones. Los habitantes estaban ya desesperados, y sin saber qué hacer, cuando apareció un extraño personaje, quien, previa la oferta de buena paga, que le fue hecha por los autoridades, libró a Hamelín del terrible azote, llevándose tras sí a los dañinos animales, a los acordes de una flauta mágica que tañía. Reclamó el precio convenido, y, habiéndole sido negado, volvió a hacer oír las encantadas notas de su instrumento, a cuyo influjo, todos los niños de la ciudad, sin poderlo resistir, se fueron tras del flautista, quien, de esta cruel manera, se vengó del engaño de los hamelineses.

Más de una vez ha sido narrada esta curiosa tradición, en prosa y en verso. El famoso poeta Roberto Browning la ha versificado en inglés, y damos aquí su poema traducido con alguna abreviación.

ES Hamelín una pequeña villa
Que del Wéser undoso, ancho profundo,
Se mira ufana en la risueña orilla.
No hay ciudad que la iguale en todo el mundo:
Mas en los días de mi breve canto
De azote cruel sufría hondo quebranto.

¡Ratones por doquier!... audaces, fieros,
De perros y de gatos victoriosos,
Invadían despensas y graneros,
Destrozaban los trajes primorosos,
Y de viejas la cháchara incesante
Turbaban con chillido penetrante.

Cansado el pueblo ya de tantos males,
Fuése al Ayuntamiento con premura, Gritando:
-« ¿Del alcalde y concejales
Dó se muestra el criterio y la cordura?
¿Qué meditan, señores, ahí ociosos,
Que el azote no atajan presurosos?

¡Y pensar que de armiño rico manto

Damos a tan estúpidos varones,
Cuyo ingenio feliz no llega a tanto,
Que nos libre de míseros ratones!...
¡Fa, o remedio poned a nuestro daño,
O, vive Dios, caeréis de vuestro escaño! »

Asustados alcalde y consejeros
Extraño grito de pavor lanzaron,
Y por mostrarse al pueblo placenteros
Una hora el asunto maduraron.
Al fin dijo el alcalde:-« ¡Es vano intento,
Y la cabeza toda arder me siento! »

Entonces golpear se oyó a la puerta;
Fue el golpe a un arañazo semejante.
-« ¡Ratones! »-el alcalde, la faz muerta,
Exclamó, y al decir-« Pase adelante »,
Mudósele la voz, faltóle el brío
Y en las venas corrióle mortal frío.

Entró al punto un extraño personaje.
De pañete amarillo y encarnado
Llegábale a los pies pobre ropaje
De sus hombros altísimos colgado;
En sus verduzcos ojos, mil destellos,
Rasa la faz y luengos los cabellos.

Y elevando su voz, fría, altanera,
Dijo:-« La empresa que os angustia tanto
Señores, si queréis, mía es entera:
Yo soy capaz, por medio de un encanto,
De arrastrar tras de mí cuanto se encierra
En el mar, bajo el cielo y en la tierra.

Contra sapos, culebras y ratones
Ya mi magia ejercí, profunda y varia:
Le libré de mosquitos y moscones,
En un momento, al Kan de la Tartaria,
Y, por mi arte, el gran Nízam del Oriente
De vampiros cien mil libre se siente.

» Mil florines, tan sólo, harán mi cuenta »...
Y al hablar, con los dedos recorría
Una flauta que a banda amarillenta
Y roja, de su cuello le pendía.
-« Dádmelos, y veréis cómo a montones
Tras de mí arrastro ratas y ratones ».

-« No mil, sino diez mil tendrás en pago »
Exclamó la asamblea conmovida,
« Si nos puedes librar de tal estrago,
De azote tal, y plaga tan temida,>.
Una sonrisa extraña y maliciosa
Del flautista animó la faz huesosa;

Cual fuego que con sal es rociado,
Brillaron sus pupilas chispeantes,
Y no bien a la calle hubo tornado,
Tres notas lanzó al aire, penetrantes.
Presto extraño murmullo trajo el viento
Cual rumor de lejano regimiento:

Eran, primero, cual perdidos sones,
Estrépito después, luego un estruendo,
Y, ¡oh prodigio!, a millares los ratones
Y ratas por doquier iban saliendo,
Grandes, pequeños, gordos y delgados,
Pardos y negros y en color variados.

Barbudas ratas, tiernos ratoncillos,
Nietos, hijos, sobrinos, primos, padres,
De larga cola y finos bigotillos,
Abuelas y cuñadas, tías y madres,
Iban todos en loca algarabía
Tras la mágica y breve melodía.

Cuando el mago llegó al Wéser sereno,
El ejército aquel cayó anegado
En su profundo y caudaloso seno...
Uno solo la orilla ganó a nado,
Para contarnos los sucesos varios Como
César narró sus « Comentarios ».

Decía así:-« A sus notas misteriosas
Sentí de nueces, quesos y manzanas
El perfumado olor, y el de sabrosas
Cremas y flanes, de higos y avellanas,
De cecina y almíbares... y, en tanto,
Cual de eólias voces oí un canto:

» Ratoncitos, gozad; la tierra inmensa,
De quesos, mantequilla y salchichones
Es copiosa y magnífica despensa;
Alegraos, ¡oh ratas y ratones!:

Cenad, comed y merendad sin pena,
Y de nuevo empezad comida y cena.

» Y vi un pilón de azúcar reluciente
Más que el sol, que a roerlo me invitaba
Y lanzaba al alcance de mi diente
Un delicioso olor que me turbaba;
Ya tocarlo creí, ¡oh feliz hado!,
Cuando en el Wéser me sentí arrastrado »
II
¡Albricias! De campanas los tañidos
En Hamelín anuncian fiesta bella.
El alcalde gritaba:-« ¡Ahogad los nidos!
¡Que de ratas no quede ni la huella! »
Mas, he aquí que el flautista ya volvía,
Y sus florines mil, cortés, pedía.

-« ¡Mil florines! ¡soberbio desatino! »
-El alcalde exclamó-« Muy bien pudiera,
Sólo con la mitad, de añejo vino
Mis bodegas llenar, e insano fuera
Irlos a dar a un vagabundo hambriento,
De traje deslucido y harapiento.

» Del Wéser en el agua caudalosa,
Que el azote acabóse, estamos ciertos,
Y oímos, si la voz no es engañosa,
Que a la vida jamás vuelven los muertos
No obstante, a nuestro honor no faltaremos,
Y buena recompensa te daremos.

» ¿Que mil florines dije? Fue asechanza
Ea, toma cincuenta, y sea acabado ».
Mas él le respondió:-« No admito chanza
O se me paga el precio estipulado,
O d e mi flauta nueva melodía
Castigará tenaz vuestra osadía"

Repúsole el alcalde:-« ¡Necio alarde
Eltuyo! ¿Qué pretendes, insolente?,
Que ante tus amenazas sea cobarde?
Tus razones concierta, y sé prudente:
Aun te doy mucho si te doy cincuenta.
¿Los rehúsas? Pues bien, ¡toca, y revienta! ii

Calló el flautista, mas con su instrumento
A la calle salió, lanzó tres notas

Que en el alma infundían gran contento
Y delicias purísimas e ignotas:
Se oyó entonces correr mil piecezuelos,
Gritar y palmear de pequeñuelos.

Entre el pisar de zuecos y escarpines,
Chorros de risa fresca y candorosa,
Niños mil, cual hermosos querubines,
De bellos rostros de color de rosa,
Los labios de coral, perlas sus dientes,
Al flautista seguían sonrientes.

El alcalde y ediles, asombrados
Quedaron, sin color y sin aliento,
Y miraban, con ojos espantados,
A la turba infantil con gran contento
Abandonar sus casas presurosa
Tras la flauta sonora y prodigiosa.

¿Qué mágica visión les arrastraba?
Del maternal regazo el niño huía,
Mientras la madre en vano forcejaba
Por detener su pie, y triste gemía
Al verlos avanzar, loca, impotente,
Del río hacia la rápida corriente.

¡Mas no!... que el mago ya torció su planta
Hacia el alto: la turba en pos camina;
Cesa en las madres el terror que espanta
Mas, ¿cómo cruzará la alta colma?...
Y mientras cada madre espera inquieta,
Entre rocas se abrió puerta secreta.

Por ella entró la comitiva entera...
Tras ellos se cerró el portón ingente...
¿Todos? No, que uno solo quedó fuera,
De tristes ojos y de faz doliente:
Un niño cojo, de vigor mezquino,
Rezagado en el áspero camino.

De entonces son sus ayes lastimeros:
--« ¡Qué triste se ha quedado la ciudad!
¡Cuán triste para mí, sin compañeros!...
Es mi suerte harto digna de piedad;
Que a mí solo, infeliz, me fue negado
Con ellos alcanzar el suelo ansiado.

« ¡Oh país de delicia y hermosura,
De claras fuentes y de bellas flores,
Do el suave fruto cada mes madura,
Y pajarillos hay de mil colores...
Donde, innocuas, no pican las abejas
Y pacen en los prados mil ovejas!

« Allí, cual el flautista aseguraba,
Caminaría yo con firme planta...
Mas, ¡ay!, que cuando me acercaba
A tanta dicha y a fortuna tanta,
Cerróse la gran puerta y quedé fuera,
Solo con mi dolor y augustia fiera ».
III
¡Ah mísera ciudad, tristes vecinos
De Hamelín! Sin tregua ni reposo,
Por collados, veredas v caminos
Buscaban al flautista misterioso,
Prestos a darle cuanto demandara
Si a tantos hijos al hogar tornara.

Mas todo en vano fue; que grata nueva
Del mago no se oyó por la comarca.
Cada madre en su pecho luto lleva,
Que horrible pena en su semblante marca.
De entonces, la ciudad un lema tiene:
« Hamelín sus promesas fiel mantiene ».

—Fuente: El Tesoro de la Juventud—

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